Detectar el autismo no siempre es sencillo, especialmente en sus primeras etapas. No existe una “señal única” que indique con certeza que un niño está en el espectro, sino una combinación de señales sutiles, que muchas veces pueden confundirse con timidez, personalidad reservada o simplemente una forma distinta de desarrollarse. Sin embargo, observar con atención puede marcar la diferencia.
En esta guía, abordaremos con profundidad algunos de los primeros signos del Trastorno del Espectro Autista (TEA), con un enfoque humano, cálido y respetuoso, sin olvidar que cada niño es único y especial en su forma de habitar el mundo.
Falta de contacto visual: ¿Desinterés o una forma distinta de vincularse?
Uno de los signos más comentados en la detección temprana del autismo es la escasa o nula búsqueda de contacto visual. Los bebés, incluso desde las primeras semanas, tienden a mirar los ojos de quienes los cuidan, respondiendo a estímulos como la voz o el rostro. Sin embargo, en niños que están dentro del espectro, es posible observar que evitan estas miradas, no porque no les importe el otro, sino porque pueden sentirse abrumados o simplemente no utilizan el contacto visual como una herramienta de conexión social.
En algunos casos, estos niños pueden mirar de reojo, evitar el contacto sostenido o parecer desinteresados, pero es importante entender que esto no significa falta de afecto o desconexión emocional, sino una manera diferente de procesar y reaccionar ante los estímulos sociales.
2. Retrasos o alteraciones en el lenguaje: más allá de las palabras
El lenguaje verbal suele ser una de las señales que primero preocupa a las familias. Mientras algunos niños dentro del espectro pueden presentar ausencia total del habla a edades en que se esperaría que ya dijeran palabras simples, otros logran hablar fluidamente, pero con dificultades en el uso funcional del lenguaje.
Por ejemplo, pueden repetir frases escuchadas (ecolalia), hablar con entonación peculiar o utilizar el lenguaje para necesidades muy básicas, pero no para intercambios sociales. También es común que no señalen objetos para compartir interés o no usen el lenguaje para hacer comentarios, expresar emociones o interactuar espontáneamente con los demás.
En otros casos, los niños desarrollan lenguaje temprano, pero luego lo pierden, un fenómeno que genera gran alarma y requiere evaluación inmediata.
Interacciones sociales distintas: cuando el juego no busca al otro
Muchos niños con autismo no muestran el mismo nivel de interés en interactuar con otros niños o adultos. Es posible que no disfruten de juegos como el “cucú-tras” o que prefieran observar antes que participar activamente.
No es raro que parezcan “estar en su mundo”, concentrados en actividades solitarias o en objetos que giran, brillan o se mueven de manera predecible. Este tipo de conducta puede ser confundida con timidez, pero lo que sucede a menudo es que les resulta desafiante comprender las reglas no habladas del juego compartido, como turnarse, interpretar expresiones faciales o responder al entusiasmo del otro.
Eso no significa que no quieran vincularse, sino que necesitan otros caminos para hacerlo.
Comportamientos repetitivos y necesidad de rutina: buscando seguridad en lo predecible
Muchos niños dentro del espectro muestran comportamientos repetitivos como aletear las manos, balancearse, ordenar objetos una y otra vez o girar cosas incansablemente. Estos movimientos no son caprichosos: suelen tener una función autorreguladora, es decir, les ayudan a calmarse, organizarse o reducir la ansiedad.
Además, la mayoría desarrolla una fuerte necesidad de rutinas: se tranquilizan sabiendo lo que viene, y pueden angustiarse profundamente si se cambia el orden de los eventos, si se modifica el camino a casa o si se interrumpe una actividad repentinamente.
Para un niño con autismo, la repetición no es una manía; es una forma de comprender un mundo que a menudo se siente caótico y excesivo.
Reacciones intensas o inesperadas ante estímulos sensoriales
Otro signo muy característico, pero menos comentado, es la hipersensibilidad o insensibilidad sensorial. Algunos niños con TEA se tapan los oídos con ruidos cotidianos como una licuadora, el ladrido de un perro o incluso las voces de varias personas al mismo tiempo. Otros no toleran ciertas texturas de ropa, rechazan alimentos por su consistencia o tienen crisis al cortarse el cabello o las uñas.
Por otro lado, también es común lo contrario: buscar estímulos de manera intensa, como mirar luces brillantes, frotar objetos o presionarse el cuerpo con fuerza. Estos signos suelen pasar desapercibidos si no se interpretan dentro de un marco clínico, pero son fundamentales en la observación temprana.
Ausencia de gestos comunicativos: cuando el cuerpo no “habla”
Antes de hablar, los bebés y niños pequeños se comunican con gestos: señalan, hacen ademanes para que los carguen, muestran cosas con orgullo. Estos gestos son esenciales para el desarrollo del lenguaje y la interacción.
Un signo temprano de autismo puede ser la ausencia de estos gestos o su uso atípico. Por ejemplo, un niño puede tomar la mano del adulto y llevarla hasta lo que quiere sin señalar ni mirar al rostro del otro. Este tipo de señal es muy importante porque indica una forma distinta de concebir la comunicación: más instrumental que social.
Pérdida de habilidades adquiridas: una alarma silenciosa
Algunos niños muestran un desarrollo aparentemente típico en los primeros meses o años, y luego empiezan a perder habilidades. Pueden dejar de balbucear, de responder a su nombre, de saludar con la mano o de mirar a sus padres con la misma frecuencia.
Esta regresión es uno de los signos más preocupantes para las familias, y requiere atención inmediata. Aunque no todos los niños con autismo la presentan, cuando ocurre, suele ser uno de los indicadores más claros de que algo necesita evaluarse en profundidad.
Dificultades en el juego simbólico: cuando la imaginación se expresa diferente
El juego es un espejo del desarrollo emocional y social. A partir de cierta edad, los niños comienzan a fingir: dan de comer a un muñeco, imitan a los adultos o inventan situaciones. El juego simbólico implica representación mental, toma de perspectiva, y es un fuerte predictor del desarrollo de la empatía.
En el caso de los niños con autismo, este tipo de juego suele estar ausente o desarrollarse de forma muy limitada. Pueden preferir alinear objetos, girar ruedas o explorar una y otra vez una misma actividad sin incorporar variaciones o roles ficticios.
Eso no significa que no imaginen, sino que su forma de procesar el mundo puede estar más anclada en lo concreto y lo sensorial.
🧭 ¿Qué hacer si sospechas?
Si te encuentras leyendo esto porque has notado una o más de estas señales en tu hijo o hija, lo más importante es que no te paralices por el miedo ni te quedes solo/a con la duda.
Acudir a un profesional especializado en desarrollo infantil, ya sea un psicólogo, neurólogo o pediatra con experiencia en TEA, permitirá evaluar en profundidad y, de ser necesario, comenzar con apoyos específicos cuanto antes. La intervención temprana no cambia quién es tu hijo, pero sí abre puertas de crecimiento y bienestar adaptadas a sus necesidades.
Comprender no es etiquetar, es acompañar
El autismo no es una tragedia. La verdadera tragedia sería no comprenderlo a tiempo, no detectarlo o negar la oportunidad de que un niño o niña crezca con los apoyos adecuados. Cada persona en el espectro tiene una manera única de sentir, aprender, jugar y amar. Detectar a tiempo no significa limitar, significa abrir caminos para acompañar desde el respeto y la comprensión.
En EEPSI, entendemos que cada familia vive este proceso con sus propias emociones, dudas y temores. Por eso, si sospechas que algo en el desarrollo de tu hijo o hija necesita ser evaluado, no estás solo/a. Contamos con un equipo profesional especializado en infancia, desarrollo y trastornos del espectro autista, que puede orientarte, evaluar y, si es necesario, comenzar un proceso de acompañamiento temprano.
👩⚕️👨⚕️ Estamos aquí para ayudarte a mirar con claridad, decidir con calma y actuar con amor.
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