La relación entre la salud intestinal y enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson ha captado la atención de la comunidad científica en los últimos años. Investigaciones recientes sugieren que la microbiota intestinal podría desempeñar un papel crucial en el desarrollo y la progresión de estas enfermedades.
En EEPSI, como profesionales de la psicología, nos moviliza el deber ético de concientizar acerca de la salud mental a través de distintos mecanismos; uno de ellos es socializar el material científico actualizado e innovador sobre cuestiones que atañen a la salud mental.
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En relación con la enfermedad de Alzheimer, investigaciones recientes han revelado descubrimientos significativos sobre los distintos grupos bacterianos asociados con esta enfermedad neurodegenerativa. Estos hallazgos proporcionan una comprensión más profunda sobre la conexión entre la microbiota intestinal y el Alzheimer, una forma de demencia común en todo el mundo. Además, se avanza en la comprensión de cómo un desequilibrio en la microbiota puede influir en el desarrollo de este trastorno cognitivo. Estos estudios subrayan la importancia de la salud intestinal en la prevención y manejo de enfermedades neuropsicológicas, destacando nuevas perspectivas en la intersección de la microbiología y la psicología clínica.
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Con la enfermedad de Parkinson no ha sido muy distinto el panorama, pues los investigadores sugieren que existen fracciones diminutas de proteínas que pueden volver más susceptible el desarrollo de esta enfermedad.
Estas hipótesis han sido investigadas mediante reacciones en ratones, indicando que al provocar la reacción de proteínas específicas en estos animales, se observan efectos en el sistema inmunológico y otras consecuencias que se manifiestan como síntomas propios de pacientes, años antes de recibir el diagnóstico de la enfermedad de Parkinson.
Lo anterior sugiere que la microbiota y, por tanto, la dieta podrían estar interrelacionadas con algunas afecciones, aunque los autores explican que aún existe mucho camino por recorrer en cuanto a investigación se refiere. Estas investigaciones tienen el potencial de incitar una serie de reflexiones, siendo una de las más destacadas para nosotros como profesionales de la salud mental, la cuestión acerca de la existencia de una conexión efectiva entre la microbiota intestinal y la dieta en relación con trastornos psicológicos. Aún más crucial es considerar si, en efecto, se establece tal relación; en tal caso, ¿sería factible concebir nuevos enfoques preventivos dirigidos a pacientes con una probabilidad sustancial de desarrollar trastornos específicos? ¿En qué cambiaría el enfoque de tratamiento de trastornos mentales y neuropsicológicos?